InterculturalIdad y educacIón
Intercultural en méxIco
Un análisis de los discursos nacionales e internacionales
en su impacto en los modelos educativos mexicanos
Interculturalidad y educación intercultural:
hacia un marco conceptual comparativo
En los últimos años hemos asistido a un espectacular incremento de los temas relacionados con el carácter multicultural de las sociedades hasta ahora consideradas “monoculturales”. Con ésta u otras expresiones equivalentes, han surgido
reflexiones e investigaciones por parte de profesionales de diversos campos, pero muy
especialmente de las ciencias sociales.
Algunos sostienen que este nuevo ámbito de estudio está estrechamente relacionado con
el resurgimiento y la redefinición de las identidades étnicas indígenas, en el contexto del así denominado “postindigenismo” latinoamericano. otros insisten en que son más bien los nuevos flujos migratorios del Sur hacia el norte los que han obligado a que se replanteen no pocos aspectos que configuran nuestra vida social y cultural desde ámbitos disciplinares muy diversos: del derecho, la historia, la sociología, la genética, la antropología y la pedagogía.
De una u otra manera, todos ellos contribuyen al debate nacional, internacional y crecientemente transnacional acerca del multiculturalismo y de la
interculturalidad (dietz, 2003, 2009; Beuchot, 2005).
Por consiguiente, el resultante “discurso intercultural” no es homogéneo.
Se distingue por sus diversos “acentos” continentales, nacionales y regionales de origen asícomo por los sesgos disciplinarios de sus protagonistas.
Del multiculturalismo a la educación intercultural
¿Cómo aterriza el discurso intercultural al ámbito educativo y a las políticas públicas? Para ello, requerimos de una mirada comparativa. la diversidad cultural, concebida convencionalmente como el producto de la presencia de minorías étnicas y/o culturales o del establecimiento de nuevas comunidades migrantes en el seno de los “clásicos” estadosnación de cuño europeo, es estudiada en contextos escolares y extraescolares, en situaciones de discriminación que reflejan xenofobia y racismo en las distintas esferas de
las sociedades multiculturalizadas (García-cano torrico; márquez lepe; agrela romero,
2008). en dichos estudios se refleja la confluencia de diversas corrientes académicas que indican transformaciones profundas en el propio quehacer de las ciencias sociales (dietz, 2003, 2009b):
• Los “estudios étnicos”, surgidos en el ámbito anglosajón, pretenden superar su inicial fase de autoaislamiento como nichos de autoestudio por parte de miembros de la misma minoría (Gilroy, 1992; Gutiérrez, 1994).
La discriminación, el reconocimiento y las trampas de la discriminación positiva en la estrategia de visibilizar la diversidad cultural, el referente prototípico es el feminismo. Su noción de “cuotas” de acceso al poder es una vez más retomada por la lucha multicultural por el reconocimiento de grupos de identidades diversificadas, aunque delimitadas y diferenciadas, para así generar un sistema altamente complejo de trato diferenciado de
grupos minoritarios. el objetivo de esta política de “acción afirmativa”, aplicada primero
en los cuerpos representativos y que tienen poder en la toma de decisión de los movimientos mismos y, posteriormente transferidos a las esferas académicas y educativas, consiste en paliar la discriminación persistente debida a criterios de género, color de la piel, religión, etnicidad, etc., que las minorías sufren a través de una política deliberada de “discriminación positiva” (Pincus, 1994).
El giro hacia las políticas de “antidiscriminación” y de “gestión de la diversidad” a pesar de estas críticas y advertencias, los emblemas culturales y colectivos de los individuos y de sus identidades, basados en criterios de género, “raza”, etnicidad, cultura, religión u orientación sexual, son las que finalmente se usan para obtener un “éxito” relativo del multiculturalismo en diferentes países anglosajones.
Estos criterios pueden ser percibidos, medidos y tomados como objetivos a alcanzar,
delimitando discretamente las pertenencias de grupo, el acceso a y la exclusión de ciertos bienes y servicios públicos. Por consiguiente, el reconocimiento institucional y legal del multiculturalismo se ha conseguido a través de su marco legal concomitante de antidiscrimi-
nación y particularmente en el caso estadounidense a través de leyes estatales y federales muy polémicas, pero todavía influyentes, como las leyes de acción afirmativa y la ley de Igualdad de oportunidades en el empleo (Wood, 2003).
La necesidad de identificarse con una serie de categorías oficialmente reconocidas ha promovido de manera indirecta, pero a menudo intencionada, un discurso esencialista de la identidad que homogeneíza a los miembros de un grupo, contradiciendo así las presunciones básicas de la diversidad. Para evitar este sesgo “grupista” que caracteriza al multiculturalismo anglosajón (Vertovec y Wessendorf, 2004: 22), el marco legal en el contexto europeo combina la tradición multicultural de reconocimiento de ciertos rasgos, como marcas de identidad de grupos no privilegiados, con un fuerte énfasis en
las capas, niveles y estrategias de identidad heterogéneas y múltiples que
caracterizan al individuo.
Las estructuras nacionalitarias subyacentes al discurso intercultural estos ejemplos de los vaivenes institucionales generados por políticas multiculturales de diferentes estados-nación demuestran que la denominada “interculturalidad”, la pretensión de “interculturalizar” la praxis institucional de las sociedades occidentales, no constituye una mera adaptación
a la “multiculturalización de facto” de estas sociedades, ocasionada por los movimientos migratorios, como lo postularan en su día autores ya clásicos (Glazer y moynihan, 1963). el tratamiento diferencial sea éste asimilador, integrador, segregador etc. Proporcionado desde los sistemas educativos oficializados y dirigido a determinados grupos supuestamente minoritarios, forma parte integral de las “políticas de identidad” del estado-nación. la percepción de la alteridad es, a la vez, producto y productora de identidad
(dietz, 2009b). esta estrecha interrelación entre la concepción de “lo propio”
y de “lo ajeno” no sólo es constatable en las ya clásicas pedagogías decimonónicas
del “nacionalismo nacionalizante” (Brubaker, 1996). también las nuevas pedagogías del multiculturalismo en sus vertientes tanto ortodoxas como heterodoxas han de ser analizadas no como simples “respuestas” a la diversificación interna del aula, sino como expresiones contemporáneas del proyecto identitario de occidente.
Es por ello que el origen tanto del discurso como de la práctica de la interculturalización escolar se halla en el multiculturalismo, aquel precario y siempre provisional conjunto discursivo que pretende integrar el amplio abanico de nuevos movimientos sociales contestatarios bajo un horizonte político-societal común (dietz, 2007).
Del multiculturalismo a la educación intercultural
¿Cómo aterriza el discurso intercultural al ámbito educativo y a las políticas públicas? Para ello, requerimos de una mirada comparativa. la diversidad cultural, concebida convencionalmente como el producto de la presencia de minorías étnicas y/o culturales o del establecimiento de nuevas comunidades migrantes en el seno de los “clásicos” estadosnación de cuño europeo, es estudiada en contextos escolares y extraescolares, en situaciones de discriminación que reflejan xenofobia y racismo en las distintas esferas de
las sociedades multiculturalizadas (García-cano torrico; márquez lepe; agrela romero,
2008). en dichos estudios se refleja la confluencia de diversas corrientes académicas que indican transformaciones profundas en el propio quehacer de las ciencias sociales (dietz, 2003, 2009b):
• Los “estudios étnicos”, surgidos en el ámbito anglosajón, pretenden superar su inicial fase de autoaislamiento como nichos de autoestudio por parte de miembros de la misma minoría (Gilroy, 1992; Gutiérrez, 1994).
La discriminación, el reconocimiento y las trampas de la discriminación positiva en la estrategia de visibilizar la diversidad cultural, el referente prototípico es el feminismo. Su noción de “cuotas” de acceso al poder es una vez más retomada por la lucha multicultural por el reconocimiento de grupos de identidades diversificadas, aunque delimitadas y diferenciadas, para así generar un sistema altamente complejo de trato diferenciado de
grupos minoritarios. el objetivo de esta política de “acción afirmativa”, aplicada primero
en los cuerpos representativos y que tienen poder en la toma de decisión de los movimientos mismos y, posteriormente transferidos a las esferas académicas y educativas, consiste en paliar la discriminación persistente debida a criterios de género, color de la piel, religión, etnicidad, etc., que las minorías sufren a través de una política deliberada de “discriminación positiva” (Pincus, 1994).
El giro hacia las políticas de “antidiscriminación” y de “gestión de la diversidad” a pesar de estas críticas y advertencias, los emblemas culturales y colectivos de los individuos y de sus identidades, basados en criterios de género, “raza”, etnicidad, cultura, religión u orientación sexual, son las que finalmente se usan para obtener un “éxito” relativo del multiculturalismo en diferentes países anglosajones.
Estos criterios pueden ser percibidos, medidos y tomados como objetivos a alcanzar,
delimitando discretamente las pertenencias de grupo, el acceso a y la exclusión de ciertos bienes y servicios públicos. Por consiguiente, el reconocimiento institucional y legal del multiculturalismo se ha conseguido a través de su marco legal concomitante de antidiscrimi-
nación y particularmente en el caso estadounidense a través de leyes estatales y federales muy polémicas, pero todavía influyentes, como las leyes de acción afirmativa y la ley de Igualdad de oportunidades en el empleo (Wood, 2003).
La necesidad de identificarse con una serie de categorías oficialmente reconocidas ha promovido de manera indirecta, pero a menudo intencionada, un discurso esencialista de la identidad que homogeneíza a los miembros de un grupo, contradiciendo así las presunciones básicas de la diversidad. Para evitar este sesgo “grupista” que caracteriza al multiculturalismo anglosajón (Vertovec y Wessendorf, 2004: 22), el marco legal en el contexto europeo combina la tradición multicultural de reconocimiento de ciertos rasgos, como marcas de identidad de grupos no privilegiados, con un fuerte énfasis en
las capas, niveles y estrategias de identidad heterogéneas y múltiples que
caracterizan al individuo.
Las estructuras nacionalitarias subyacentes al discurso intercultural estos ejemplos de los vaivenes institucionales generados por políticas multiculturales de diferentes estados-nación demuestran que la denominada “interculturalidad”, la pretensión de “interculturalizar” la praxis institucional de las sociedades occidentales, no constituye una mera adaptación
a la “multiculturalización de facto” de estas sociedades, ocasionada por los movimientos migratorios, como lo postularan en su día autores ya clásicos (Glazer y moynihan, 1963). el tratamiento diferencial sea éste asimilador, integrador, segregador etc. Proporcionado desde los sistemas educativos oficializados y dirigido a determinados grupos supuestamente minoritarios, forma parte integral de las “políticas de identidad” del estado-nación. la percepción de la alteridad es, a la vez, producto y productora de identidad
(dietz, 2009b). esta estrecha interrelación entre la concepción de “lo propio”
y de “lo ajeno” no sólo es constatable en las ya clásicas pedagogías decimonónicas
del “nacionalismo nacionalizante” (Brubaker, 1996). también las nuevas pedagogías del multiculturalismo en sus vertientes tanto ortodoxas como heterodoxas han de ser analizadas no como simples “respuestas” a la diversificación interna del aula, sino como expresiones contemporáneas del proyecto identitario de occidente.
Es por ello que el origen tanto del discurso como de la práctica de la interculturalización escolar se halla en el multiculturalismo, aquel precario y siempre provisional conjunto discursivo que pretende integrar el amplio abanico de nuevos movimientos sociales contestatarios bajo un horizonte político-societal común (dietz, 2007).
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